La Belle Époque
- Diego Muñoz
- 12 sept 2020
- 5 Min. de lectura
Acaba la guerra franco-prusiana. Francia queda humillada ante una Prusia que no tardaría en terminar de unificar el Imperio Alemán y que tendrá una cuenta pendiente hasta la Primera Guerra Mundial con Alsacia y Lorena. El conflicto termina, y con ello comienza un periodo de cuarenta años sirvió como Pax Romana a nivel europeo y supuso un momento de avances culturales, tecnológicos y sociales sin precedentes donde una Gran Guerra se estaría planificando desde el principio del todo.
Es 1871 y el presidente francés Jules Trochu firma el armisticio dentro de la guerra que su país estaba librando contra Prusia desde hacía menos de un año. Era el conflicto más importante probablemente del siglo junto a la no tan lejana Guerra de Crimea y las consecuencias políticas que trajo fueron decisivas hasta el primer cuarto del siglo siguiente. Primero, Francia perdía gran parte del prestigio y la relevancia que había acuñado desde el Congreso de Viena, y además, transicionaba forzosamente hacia la Tercera República después de la reforma constitucional que adaptó el país.
Segundo, Prusia lograría finalizar sin la oposición francesa su ya comenzado proyecto de unificar el Imperio Alemán y comenzaría una rivalidad con Reino Unido por la supremacía europea. Esto se antojaba complicado, pues Alemania aún no había comenzado un plan colonialista. De hecho, ni siquiera se lo había planteado, pues el emperador Guillermo I rechazaba aquella idea. Quería hacerse fuerte en Europa y dejar al resto la "tarta" que fue África en esa época y que se repartiría en el Congreso de Berlín en 1885. Y sí, precisamente fue en Alemania gracias al prestigio e importancia que gracias a las hábiles dotes de Bismarck había conseguido para su país que con el reinado de Guillermo II comenzó a mostrar un cierto interés por África.
Y por último, el canciller Bismarck se aseguró de crear un sistema de alianzas que sirviera como referencia en un futuro y más que probable conflicto a gran escala. Forjó un entramado de alianzas diplomáticas que dejaría sin opción a Francia de una posible revancha.

Fotografía de la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871) tomada por un corresponsal de guerra británico.
Con este escenario nos ponemos ya en la paz más larga que la conflictiva Europa había vivido en muchos siglos. La Bella Época ha sido siempre vista y recordada con una cierta añoranza debido a que es el tramo histórico anterior a que sería el mayor conflicto bélico de la historia hasta entonces, y además por ser el florecimiento definitivo del capitalismo, la ciencia, el imperialismo y cultural.
Fue la época de los grandes imperios europeos, la era en la que salvo Estados Unidos y Japón todo el mundo miraba a Europa, y en especial a tres países: Francia, Alemania y Reino Unido.
Estos tres países encontraron su primera prueba de poder en la ya mencionada Conferencia de Berlín, donde los intereses de ingleses y franceses chocaban. Mientras que los franceses querían un imperio colonial continuo y horizontal, los ingleses buscaban un imperio vertical continuo. Con esta problemática, el árbitro europeo Bismarck decidió organizar una reunión en la que invitó a varias potencias coloniales europeas y a Estados Unidos, incluidas a aquellas que no tenían intereses territoriales en el continente negro. Fue la oportunidad que necesitaba Alemania, que llegaba más que tarde al reparto de África y que, además, para satisfacer su expansionismo intercontinental recurrió a la compra de algunas islas de España en Oceanía.

En lo tecnológico, durante la Belle Époque se desarrollaron inventos tan importantes como la radio, el cine o la aviación entre otros muchos. La economía y el mundo estaba sufriendo una transformación dirigida a la globalización donde el capitalismo se estableció como sistema económico reinante bajo la celosa mirada de los movimientos obreros que no paraban de crecer.
La llamada "Primera globalización" fue motivada por un motivo fundamental, la comunicación. El mundo se hizo más pequeño con inventos como la aviación y la modernización de los ferrocarriles y los barcos que cambiaron el carbón por el petróleo. Y no solo con ese tipo de comunicación, pues el telégrafo y el teléfono también jugaron un papel definitivo en la percepción del mundo de la época. Se había tendido ya el cable transcontinental que unía Europa con Norteamérica y se logró la globalización total de la economía que favoreció a las potencias emergentes y a los países más desarrollados que se pudieron permitir esta modernización.

Todo esto trajo evidentemente numerosos cambios culturales. El mundo estaba cambiando a velocidades vertiginosas. El ocio fue el gran protagonista con la llegada de los cabarets, espectáculos de ballet, cafés, clubs o galerías de arte. La moda llegó a cobrar una gran importancia durante la época, especialmente en países como Francia o Reino Unido. París se erigió como la capital mundial de la moda con la llegada de la alta costura. Durante estos años además se institucionalizaron la mayor parte de los deportes que se juegan hoy en día.
La cultura occidental se opuso a escala global, ya fuera por la fuerza por los cada vez más frecuentes viajes motivados por la aparición del turismo entre las clases burguesas y aristócratas. Se normalizaron las Exposiciones Universales, que dotaban de un gran prestigio a los lugares donde se celebraban. Servían como focos de difusión intelectual, científica, cultural y artística que llegaban no solo a la élite sino a grandes masas de gente, se democratizó el conocimiento. La política se polarizó entre conservadores y liberales ante el crecimiento de los movimientos obreros, que tardarían en aparecer en escena.
El nacionalismo también recobró una gran importancia durante estos años. Las recientes unificaciones de Italia y Alemania habían servido de inspiración para muchos países que diseñaron sus propios proyectos de "recuperar la gloria perdida y legítima". Países como Rumanía, Grecia o Serbia trazaron fronteras que incluían territorios que consideraban suyos por motivos históricos.
En lo artístico, se optó por el metal a la hora de la construcción de los edificios, que también podían ser de cristal y que tendían a mostrar las estructuras tal y como eran, sin nada que las recubrieran ni las disimulasen. Destaca la arquitectura de París o la escuela de Chicago, que sirvió como canon arquitectónico para Estados Unidos.
Se asentaron las bases del arte del siglo próximo, con movimientos artísticos que romperían una vez más con sus predecesores de manera taxativa. Así, surgirían movimientos como el "Club de los Rechazados" que optaron por el impresionismo y sirvieron como inspiración para estilos como el puntillismo, el postimpresionismo o las vanguardias.

Impresión. Sol naciente. (1872) Óleo sobre lienzo, de Claude Monet. Representa el puerto parisino de Le Havre y da nombre al "Impresionismo".
El final de la Belle Epoque depende del historiador o del libro de texto que se consulte. El más habitual es el comienzo de la Primera Guerra Mundial tras el ultimátum austrohúngaro a Serbia por el asesinato del Archiduque. Sin embargo, investigando, algunas fuentes determinan el final de la bella época en el hundimiento del Titanic, el cual pudo significar la pérdida de la fe en la tecnología que había representado esta época.
Comments