Unos flamencos muy minuciosos
- Diego Muñoz
- 8 ago 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 15 ago 2020
Es el siglo XIV, la Guerra de los Cien Años sigue su transcurso y Europa comienza a coquetear con nuevas ideas y con una nueva visión del mundo más alejada de los dogmas de la época.
El Renacimiento ha llegado, y con él un aluvión de cambios que costará siglos digerir. Desde el final del feudalismo hasta el florecer del capitalismo en las principales ciudades del norte de Italia y del centro de Europa. Y todo esto con Francia e Inglaterra pegándose todavía en una guerra no precisamente corta, como señalaba antes, fue una guerra que de cien años tiene fama, pero que en realidad duró incluso más, 116 años.
Una guerra tan larga obviamente tuvo numerosas consecuencias, tanto en su desarrollo como a su final. Unas consecuencias que tocarían a todos los ámbitos, y cómo no, al arte.
París era, antes de que comenzara todo este largo follón, la capital del arte europea, y este título lo perdería ante el comienzo del florecimiento del Renacimiento. Los parisinos estaban demasiado ocupados a las armas.
Durante la guerra nacieron y murieron dos personajes ciertamente relevantes para esta historia, los hermanos van Eyck, que en pleno Quattrocento italiano, emergerían como las dos leyendas del arte flamenco.
Estamos hablando, sin duda, de una de las mayores evoluciones de la historia del arte. Estamos pasando de obras en las que la perspectiva brilla por su ausencia a un comienzo del estudio de la perspectiva que los italianos llevarían por el camino matemático mientras que los flamencos optarían por métodos menos complejos, como la perspectiva a vista de pájaro, enfocando la escena desde arriba.
El uso de la luz también entra en escena, alejándose en este aspecto también de los pintores italianos de la época y optando por una luz mucho más natural.
Sin embargo, el mayor de los cambios que nos traería este estilo es el impresionante detalle en los elementos que a primera vista parecen más superfluos. Todos conocemos el cuadro del Matrimonio Arnolfini, y si no, es el que aparece en esta misma entrada. Sin duda alguna, es un cuadro del que se pueden analizar muchas cosas, desde el simbolismo de las naranjas hasta como a partir del uso de la perspectiva el mismísimo Velázquez se inspirara en esta misma obra para crear sus Meninas. Pero, el realismo se lleva la palma, y más con ese más que llamativo espejo que se sitúa detrás de la pareja y que refleja a la perfección la escena de un cuadro que quizás sería conveniente recordar que mide 82x60cm.
Esta es solamente la referencia más popular de las muchas que se pueden sacar acerca del detallismo tan minucioso que estos pintores imprimían en sus obras. Del mismo pintor que capturó al Matrimonio Arnolfini, Jan van Eyck, se podría destacar también el detallismo en la ciudad que aparece al fondo de su Virgen del Canciller Rolin.
Con todo, los pintores flamencos, que más tarde exportarían su estilo por toda Europa, reunían muchas de las características del Renacimiento que imbuía al viejo continente, características que vendría el Barroco a derrocar. Pero para eso, quedarían muchos años...
Sin duda, quién fuera una mosca en las paredes del taller de Jan van Eyck o de cualquiera de las salas en las que, hoy en día, se exponen sus obras.
Obras:
1. Matrimonio Arnoflini, Jan van Eyck (1434)
2. Virgen del Canciller Rolin, Jan van Eyck (1435)
3. El Jardín de las delicias, el Bosco (1490-1500)
4. Virgen del Canónigo, Jan van Eyck (1436)
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